La ayahuasca es particularmente aguda en este sentido: hace lúcido el proceso mental inconsciente que configura la realidad.
Este sueño (la historia) es una pesadilla porque no tenemos control y avanzamos hacia la muerte. Pero cuando estamos teniendo una pesadilla y descubrimos que estamos soñando, algo ocurre, la pesadilla y el temor que genera se disuelve en su irrealidad, en su insignificancia, y en esa conciencia podemos observar el sueño sin temor, sin identificarnos con lo que vemos y posiblemente controlarlo para que sea como queramos.
La ayahuasca desnuda la estructura pesadillesca de nuestra mente — donde circulan los demonios pretéritos de nuestra sombra — pero al hacerlo en un estado en el que vuelve lúcida esta pesadilla (este peso histórico), tiene la facultad de despojar a la imponente estructura de nuestra mente de su fuerza habitual (que en un simulacro parece inamovible).
Y por otro lado al también ofrecer visiones de una luminosa realidad subyacente — aquella de las formas primordiales — nos permite colocar nuestros procesos mentales en su justa dimensión, darles menos importancia, tratarlos como brisas en la superficie del océano..